22 noviembre, 2024
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Patricia Bullrich y un nuevo papelón: la justicia desestimó show anti terrorista por falta de pruebas

La jueza Capuchetti sostuvo que “no existen pruebas” contra el peluquero, el jugador de ping pong, ni el delirante a los que la ministra Patricia Bullrich involucró en la presunta planificación de un atentado en Buenos Aires.


El falso show antiterrorista de Patricia Bullrich terminó como un gravísimo papelón. La inverosímil historia fue desarmada finalmente por la jueza María Eugenia Capuchetti en un fallo de 22 páginas por el que dejó en libertad a los supuestos terroristas: un peluquero de Avellaneda, un jugador de ping pong y un delirante del microcentro que alardeaba de ser mercenario y agente de la Embajada de Estados Unidos.

Bullrich convocó a una conferencia de prensa el 3 de enero para anunciar, con bombos y platillos, que se había detenido a una célula que preparaba un atentado similar al de la AMIA. Minutos más tarde, el vocero presidencial, Manuel Adorni, no se perdió la oportunidad y felicitó a la ministra en nombre de Javier Milei. Pero tras una investigación de 15 días, la Justicia no tuvo más remedio que concluir que “no hay pruebas” del disparatado complot elucubrado por la Ministra.

La ministra había dicho que la Policía Federal, la Gendarmería y el Ministerio de Seguridad lograron desarmar “una asociación criminal trasnacional que se disponía a cometer un atentado en Buenos Aires”. En el marco de la investigación, fueron detenidas tres personas que Bullrich se negó a identificar. De entrada, filtraron a los medios que el dato de que habían ingresado a la Argentina tres sirio-libaneses que eran los que iban a perpetrar el ataque. Falso. Uno sólo de los detenidos llegó del exterior: Naem Chatay Chassan, de 67 años, que durante décadas vivió en Venezuela y con la crisis se mudó a Colombia. Vino a la Argentina con el plan de instalar un gimnasio en el que daría clases de tenis de mesa (ping pong) que es una de sus actividades en Bogotá. Chassan, además, es dueño de una perfumería en la galería Veracruz de la capital colombiana.

El segundo detenido, que no es sirio libanés ni vino del exterior, fue Juan Manuel Ledesma, al que le dicen El Rubio, un marginal que finge ser mercenario, agente de inteligencia y periodista. Es el que armó toda la historieta. El Rubio se enteró por un amigo conserje del hotel Gran España, que existía una reserva de una persona de origen sirio-libanés con pasaporte colombiano. Esos dos datos —origen sirio libanés y pasaporte colombiano— despertaron la imaginación de El Rubio y, por lo tanto, alertó a un amigo integrante de la Policía Federal, Maximiliano Gerez. Mientras se daba manija con esa sospecha, fue a cortarse el pelo a una peluquería de la avenida Rivadavia 919. Ahí, la dueña, Rubí, le contó que un muchacho estaba en un problema, iba a recibir un paquete de 35 kilos desde Yemen y que no quería recibirlo. El Rubio juntó todos los elementos y, todo indica, llamó de manera anónima al 911 y a la Embajada de Israel, diciendo que el sirio-libanés, con el paquete de explosivos venido de Yemen, atacaría algún edificio de la comunidad judía. En lugar de investigar con cautela, Bullrich armó su espectáculo.

El tercer personaje de la fábula es, precisamente, el peluquero del supuesto paquete, Ramón Alberto Domínguez, que tampoco es sirio libanés ni vino de ningún lugar: vive en Avellaneda. El muchacho se puso a chatear hace meses con una mujer, ésta le dijo que era norteamericana, que quería venir a la Argentina y que le iba a mandar un regalo. La Unidad Antiterrorista (DUIA) de la Policía Federal calificó el asunto como “una típica estafa”. Porque poco después llamaron al peluquero y le dijeron, de manera amenazante, que debía retirar el paquete y pagar 900 dólares. Por supuesto que la investigación determinó que no existió paquete alguno, era una maniobra para sacarle ese dinero.