16 septiembre, 2024
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Inflación, dolarización y el enigma del FMI para Milei que anticipa la brecha cambiaria

Por Julián Guarino

Las primeras medidas del Presidente le permitieron cerrar un acuerdo con el staff, pero a la vez han disparado advertencias solapadas de parte del organismo, que no cree que sea sostenible en el tiempo.


El Plan Caputo, el FMI y la inflación son parte de una misma secuencia. El salto del 25,5% en los precios de diciembre sería impensable sin la dinámica de furioso ajuste de precios relativos que impuso el lanzamiento del Gobierno de Javier Milei. Estas medidas parecieran tener un doble carácter: le permitieron al Gobierno cerrar un acuerdo con el staff, pero a la vez han disparado advertencias solapadas de parte del organismo, que no cree que sea sostenible en el tiempo.

Lo primero, se cierne la tormenta. El FMI pareciera coincidir con el Gobierno en que los próximos meses serán la prueba ácida para el presidente Milei comenzando hoy, principalmente, por el impacto inflacionario que, descontado un fáustico diciembre, acumularía en el cuatrimestre. Por esa razón, se entiende que, si bien no hubo plata fresca con el staff, sí está la promesa de u$s4.700 millones que despejarán el escenario hasta aquel momento.

Volviendo a la inflación, es el propio FMI el que pareciera alertar por la sostenibilidad social. En el análisis, podría leerse algo como “no hay forma de encarar lo que viene sin un aumento de los ingresos para las familias”. ¿Por qué el FMI plantea esa recomendación? Preocupa a Georgieva la sostenibilidad del plan de ajuste. Paradoja mediante, el FMI le dice al Gobierno que afloje con el ajuste porque, de lo contrario, no habrá más ajuste. Que el partido es largo. Así, lo que para el Gobierno es un atributo (ajustar más que lo que pide el FMI), para el Fondo es un problema a resolver.

El FMI le marca al Gobierno algo relevante: Georgieva le dice al ministro Caputo que su plan tiene inconsistencias y que esas falencias pueden devolverlo al punto cero. Se lo dice de forma críptica, si cabe la figura. Pero de pronto, lanza el mensaje: hay que “preservar el valor real de las pensiones y aumentar la asistencia social”, textual en el comunicado, porque de esa forma (agregamos) se podrá ir, con el tiempo, más profundo, aumentar más las reservas, hacer el ajuste más estructural (esto no lo menciona). Es Maquiavelo primera parte, manual de uso; un príncipe nunca carece de razones legítimas para romper sus propias promesas.

La clave es la famosa “ancla” que necesita el Plan Caputo para funcionar y que, hablando del dólar, para el FMI, trae más dudas que certezas. Por un lado, en plena estampida inflacionaria, el ancla cambiaria es el crawling al 2% del tipo de cambio oficial, que seguramente en los próximos días será modificado de forma sustancial. Por otro, es la baja de la tasa de interés, herramienta central para licuar los pesos a buena parte de los actores financieros que tampoco tendrá un revival. ¿Permitirá el FMI tasas de interés negativas?

Aquí viene el acertijo que hay que observar de cerca. ¿Qué razones tendría el Gobierno para no hacer aquello que le está pidiendo el FMI? ¿Por qué Luis Caputo sería renuente a subir la tasa de interés asumiendo el riesgo de que las brechas se distancien? Respuesta: porque en un Gobierno que quiere dolarizar, pagar tasas de interés reales positivas pone en jaque la licuación necesaria para hacerlo (con pocos dólares). En los hechos, vale pensar que una tasa de interés real positiva ayudaría al Gobierno a bajar la inflación, lo que, parece, no interesa mucho ahora.

Pero la tercera vía, el ancla fiscal, es la piedra de toque de todo el sistema. El FMI advierte que la promesa del 2% de superávit primario que propone Milei seguramente podrá ser obtenido con aumento de impuestos (retenciones, etc.) pero que la recaudación tenderá a la baja por la caída de la actividad, lo que obligaría a reforzar el ajuste y hasta los impuestos para alcanzar la promesa fiscal. ¿Están seguros de inducir a una recesión?, pareciera preguntar el Fondo y tiene razón, porque ese esquema habitualmente no ha funcionado.

Con inflación galopando, relanzamiento de los cambios en precios relativos y la promesa de superávit fiscal habrá que preguntarse si la promesa de ajuste de 0,5 p.p. del PBI en el gasto social es susceptible de ser aplicado. La consultora de Álvarez Agis calcula que esto equivaldría a una reducción en el valor real de las jubilaciones en el orden del 12%.

Para el final, las nuevas metas acordadas implican una acumulación de reservas internacionales de u$s10.000 millones para 2024. Si se piensa con cuidado, dicha meta incluye las compras que acumula el BCRA en las últimas semanas, unos u$s2.700 millones que fueron usados para pagarle al Fondo. Por ende, si el BCRA aspira a terminar 2024 con reservas netas nulas, habrá que pensar qué tan convincente puede resultar el plan de estabilización y el ancla fiscal.

Fuente: Ámbito