22 noviembre, 2024
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El arquitecto argentino que pasó de una tragedia familiar a ayudar con la producción de vacunas


Sergio Boffo es argentino, perdió a su hermano víctima del coronavirus, vivió con angustia el contagio de su madre de 83 años y ahora es uno de los tres arquitectos que trabaja en el diseño y construcción de la nueva fábrica de producción de vacunas del Reino Unido que será capaz de inocular a toda la población del territorio británico contra cualquier variante futura del virus en pocos meses.

“Después de haber padecido coronavirus, de haber tenido un hermano que murió por el virus y mi madre que padeció la enfermedad con 85 años en Argentina, decidí regresar al Reino Unido y me llamaron para ir trabajar a la fábrica en Oxford”, contó el arquitecto en una entrevista con Télam.

“Fue un cimbronazo, una emoción muy grande esta convocatoria. Pero tengo un sentimiento de que tendría que haber sido antes o mi hermano tendría que haberse enfermado después. Al menos siento que estoy haciendo algo para ayudar a salvar vidas”, agregó.

El Centro de Innovación en la Fabricación de Vacunas (VMIC por sus siglas en inglés) que ayuda a construir Boffo en Harwell, en el condado de Oxfordshire, sede de la Universidad de Oxford, producirá los inoculantes creados por esta institución educativa y la farmacéutica AstraZeneca, y podría estar operativo, al menos parcialmente, para marzo.

Boffo tiene 60 años, estudió en la Universidad de Buenos Aires y llegó por primera vez al Reino Unido hace dos años desde España.

Fue contratado por la empresa de Ingeniería y arquitectura BES, debido a su especialidad en el manejo de la tecnología BIM, una innovadora herramienta basada en modelos digitales 3D que hace más eficiente, sostenible y seguro el trabajo en cada etapa de los proyectos.

Según el arquitecto, que además es asesor de Naciones Unidas para América Latina y el Caribe en el uso de esta tecnología, la construcción de esta fábrica ya estaba planeada antes de la pandemia, pero debido a la necesidad de producir vacunas a gran escala y ante las dificultades demostradas por las farmacéuticas se aceleró el proceso.

“En el equipo hay un nivel de profesionalidad altísimo, se trabaja siendo conscientes de lo que estamos haciendo y que no es solamente importante para el Reino Unido sino para la humanidad”, comentó.

Sin embargo, lamentó que en el mundo mucha gente, entre ellos líderes y empresarios, han llevado la discusión sobre las vacunas como si fuera un partido de “River o Boca”, algo que consideró muy infantil.

“Hoy hay doscientas patentes para combatir este virus. Estamos hablando que estamos en el siglo XXI de verdad y no somos consientes de eso. A mí se me murió un hermano. Mi hija, mi madre y yo padecimos el virus. Entonces si hay varias vacunas, veamos el lado positivo”, sugirió.

“Tenemos que ayudarnos entre todos a levantarnos, no tenemos otra alternativa. Y si la vacuna es rusa, inglesa o si la fabrica tal o cual, si cumple con los estándares y fue aprobada científicamente, da igual”, apuntó.

En ese sentido, el arquitecto destacó la actitud del Reino Unido que teniendo el desarrollo de su propia vacuna, apenas se aprobó la de Pfizer desarrollada por otro laboratorio y otro país, no dudó en comenzar a vacunar a la población con la primera que estuviera disponible.

En su caso, aún no fue vacunado. Por su edad, no pertenece a ninguno de los grupos prioritarios, según el plan escalonado británico y similar al argentino, pero sí ya se anotó para donar plasma porque cree que los anticuerpos que tiene tras sufrir la enfermedad pueden ser útiles para salvar otra vida.

El mismo optimismo muestra cuando habla de su trabajo.

“Trabajar en este proyecto es emocionante, cada vez que me siento a trabajar lo hago con mucho disfrute porque siento que es un orgullo poder ayudar a salvar vidas. No no me equivoqué cuando hice la elección de comenzar a trabajar con esta tecnología, que es el futuro y aún somos pocos trabajando en esto. Reino Unido es el que está la imponiendo como norma”, explicó.

El desafío que tiene adelante Boffo y todo su equipo no es menor.

La construcción de la planta comenzó con un presupuesto de 65 millones de libras esterlinas en 2018 y el año pasado, con la pandemia, escaló con unos 93 millones adicionales.

El objetivo final es alcanzar una producción de 300 millones de dosis, que sirvan para cubrir a todo el país, aunque la cifra definitiva aún no ha sido informada oficialmente.

El propio director de operaciones del centro, Chris Lucas, consideró que la ampliación y aceleración del proyecto en el último año representó un desafío con un nivel de complejidad sin paralelo moderno en materia de construcción.