22 noviembre, 2024
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Amigos y compañeros de Cabezas, dos fotógrafos de Noticias recuerdan al fotorreportero asesinado

Por Gabriel González

Guillermo Cantón y Hugo Ropero lo conocieron en la sala de Fotografía de la revista Noticias, a la que José Luis Cabezas había llegado con 28 años, poca experiencia en los medios pero sí muchas ganas de aprender y trabajar. Estas dos cualidades, más su habitual buen humor le permitieron forjar una ascendente carrera y muchas amistades.


Guillermo Cantón: “José Luis era un incansable de la cámara”

“Querido José Luis: Antes de agarrar la cámara de nuevo te escribo unas líneas con las últimas noticias.

Parece que hay mucha gente que quiere saber de vos, te diría que todos me preguntan. Sé que no te va a molestar porque nos tenemos confianza y, seamos sinceros, te encanta. Hoy, para que te sientas orgulloso, todos hablan de vos. Les digo que eras bueno con tus hijos, malo con los malos, irremplazable para Cristina, ingenuo con los ojos, franco con la risa, incansable con la cámara, transparente de corazón, curioso de oficio, amplísimo de amigo y fraternal conmigo. Para los desmemoriados llevamos una cinta negra en tu memoria. Yo no llevo un luto. Llevo prendida una carcajada tuya de repuesto. Gracias por todo y hasta la próxima”.

Escribí estas líneas hace 25 años en la vieja redacción de la revista Noticias, en Corrientes y Talcahuano. Con dos dedos y en una máquina desvencijada traté de hacer lo que me había propuesto: contar quién era José Luis Cabezas.

En los días posteriores a su asesinato, los rumores echados a correr eran miles. Que Cabezas era “un extorsionador”, “un doble agente”, “un adicto”. Cataratas de mugre caían sobre la imagen de José Luis con el claro propósito de desviar las verdaderas razones de ese crimen. Lo único cierto era que José Luis ya no estaba entre nosotros.

Nosotros, los fotógrafos, conocíamos muy bien la calidad humana de José Luis. Nuestra tarea fue iluminar quién era realmente. Muy rápido se instaló en la sociedad la magnitud de lo acontecido, lo peligroso de esa metáfora de impunidad y corrupción.

La Asociación de Reporteros Gráficos de Argentina (ARGRA), con el liderazgo de Osvaldo Baratucci, trabajó sin descanso por el logro de justicia. Todo fue muy confuso, complejo e intrincado. Y una vez más, lo único cierto era que José Luis ya no estaba entre nosotros.

“Sacarme una foto a mí es como pegarme un tiro en la cabeza”. Eso habría dicho Alfredo Yabrán, considerado el autor intelectual del crimen. Fue una profecía autocumplida: se voló la cabeza de un escopetazo cuando estaba por caer en manos de la justicia. Antes, alguien había tramado la muerte del autor de aquella foto.

Las cosas han cambiado; los reporteros gráficos crecidos con la ambición de ser parte de ese mundo editorial, de llegar a trabajar en las grandes revistas como Paris Match y Time o nuestras Siete Días y Noticias misma, nos estamos quedando sin trabajo.

Hoy, los propios protagonistas postean sus fotos en las redes sin vergüenza ni pudor. Estamos inundados de fotografías y da la impresión de que hemos perdido la capacidad de asombro.

De todo lo que existe hay una foto y si no hay foto es porque no existe. El enfermizo empeño de Yabrán en mantener su anonimato hoy sería imposible. Pero lo más cierto de todo es que José Luis ya no está entre nosotros.

Hugo Ropero: “Era muy difícil no hacerse amigo de José Luis”

Desde su casa en Lobos, junto a la laguna, Ropero, quien era el jefe de Noticias cuando Cabezas fue asesinado, recuerda a su compañero pero en especial a su gran amigo.

“A José Luis lo conocí el 14 de julio de 1989. Él, que era fotógrafo free lance, había ido a la embajada francesa por el aniversario de la Toma de la Bastilla. Entre los invitados estuvo Migue Ángel Roig que había asumido como ministro de Economía del flamante presidente Carlos Menem cinco días antes. Cabezas le había hecho una foto a Roig al subirse a su auto, y minutos después, en el mismo auto, tuvo un infarto y murió. José Luis vino a la revista a ofrecernos esas fotos que, obviamente, le compramos. A partir de entonces empezó a colaborar con la revista hasta que quedó efectivo y se sumó al staff de Noticias.

Era un buen fotógrafo que se preocupaba mucho por el laburo, por aprender, era un profesional forjado en la calle que escuchaba a sus compañeros. Una vez le conté que en una guardia a Armando Cavalieri, en el Caribe, simulé que le hacía fotos a la periodista que me acompañó, como si fuéramos turistas para poder retratar al sindicalista. José Luis no se olvidó de esa anécdota y cuando fotografió a Yabrán, “usó” a Cristina, su mujer, para “afanarlo” en la playa.

Era un tipo muy divertido, muy de hacer chistes, era muy difícil no hacerse amigo de él, mientras no te agarrara de punto. Nuestra relación empezó en la redacción y nos hicimos tan amigos que el año anterior a que lo mataran alquilamos una quinta en Pacheco para nuestras familias.

José Luis se volvió antes a Buenos Aires porque una noche lo asaltaron al llegar. Siempre pienso que ese fue como un ensayo que hicieron los policías, poco antes de la muerte. Cristina, su pareja también me contó que había recibido amenazas telefónicas diciéndole que iba a pagar por la foto que había hecho en la playa.

Me enteré de su muerte a las pocas horas. Me llamó Michi preocupado por José Luis. Estaba en la comisaría donde le dijeron que había aparecido un auto quemado. De inmediato pensé: “Se pegó un palo en la ruta”. Pero luego nos enteramos de los detalles de esa muerte terrorífica.

Hasta hoy creo que Yabrán no fue el responsable, era un tipo que se movía en las sombras y lo que menos quería es que se lo asociara a la muerte de un periodista.

La muerte de José Luis cambió el rumbo de mi vida. Después de casi veinte años en Perfil decidí irme porque no me gustó cómo se usó el tema Cabezas en la Editorial. Con otros periodista, Gabriel Pandolfo, creamos la revista El Planeta Urbano.

Yo seguí en contacto con la familia de José Luis. El papá falleció antes que la mamá, quien cada vez que me veía en su casa de Once me decía: “Cómo te quería mi hijo”.

Con Gladys, la hermana, pusimos un bar al que llamamos Los Reporteros, en Bolívar y Venezuela, San Telmo. No nos duró mucho, un año y medio, no éramos del gremio… Después, con el tiempo, fui perdiendo el contaco con Gladys.

Este 25, como todos los 25 de enero, estaremos con muchos otros fotógrafos en la entrada de Pinamar, para recordarlo. Para decir “Cabezas, presente”.

Fuente: Télam