El diagnóstico de autismo en adultos aumentó debido a su visibilización, aseguran especialistas
Por Florencia Vaveluk
El diagnóstico del trastorno del espectro autista (TEA) en personas adultas aumentó en los últimos años a raíz de su visibilización, especialmente entre las mujeres, quienes manifiestan esta condición “de manera diferente, enmascarando sus dificultades”, aseguraron hoy especialistas luego de que la conductora María Eugenia ‘Maju’ Lozano comunicara que es “autista”.
«Soy autista. Para mí es volver a nacer, es reconstruir 51 años de dudas, de buscar explicaciones donde no las había», dijo la actriz y periodista, quien compartió el viernes pasado su diagnóstico en su último día como conductora de ‘Todas las tardes’ por Canal 9.
Al respecto, el psicólogo y comunicador en salud mental Matías Cadaveira señaló a Télam que «cada vez más son los adultos y adultas que reciben su diagnóstico formal y/o que se autoidentifican con esta condición».
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) los TEA son un grupo de afecciones diversas que se caracterizan por algún grado de dificultad en la interacción social, la comunicación o también por patrones atípicos de actividad y comportamiento.
«Si bien la prevalencia del autismo viene aumentando en el mundo entero –una de cada 36 personas presenta esta condición según investigaciones del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC)–, por lo general estas cifras corresponden a niños varones en edad escolar», indicó.
A raíz de esto, Cadaveira sostuvo que «históricamente se ha pensado y hasta comprobado en múltiples investigaciones que (el autismo) era más diagnosticado en hombres que en mujeres, lo que fue generando determinado sesgo de género en las investigaciones, herramientas diagnósticas y tratamientos en sí».
«Pero hoy son muchas las mujeres que están siendo diagnosticadas con rasgos autistas o con TEA», añadió sobre un espectro que presenta un sinfín de manifestaciones distintas de acuerdo con la persona que posee esta neurodivergencia.
A su vez, muchas mujeres con TEA a lo largo del tiempo fueron diagnosticadas con otros cuadros como bipolaridad, trastorno de la personalidad, depresión, ansiedad, o bien subdiagnosticadas, «tratándolas de nerviosas, ansiosas, neuróticas o histéricas», detalló Cadaveira, quien indicó que la visibilización de estos trastornos generó un aumento de las consultas sobre todo en mujeres adultas.
«El autismo en mujeres y en personas no binarias se manifiesta distinto que en hombres porque corresponden a ‘la parte del espectro’ que tienen menos necesidades de apoyo, compensaron sus desafíos con habilidades, enmascararon sus dificultades o transitaron sus vidas con mucha ansiedad, sin sentirse entendidas, con diagnósticos o tratamientos muchas veces errados en su enfoque o con ideaciones suicidas», describió.
En igual sentido, la psiquiatra Natalia Barros aseguró que la población de mujeres y personas no binarias presentan mayores desafíos en el diagnóstico debido a las variaciones en sus manifestaciones.
«Hace relativamente poco que sabemos que problemas en la regulación emocional, la hiper o hiposensibilidad, los comportamientos sociales poco adecuados, aún en jóvenes o infantes, que no parecen presentar problemas para sociabilizar, pueden ser indicadores de un desafío en el neurodesarrollo como el autismo», aseguró.
Por su parte, Marisa Miranda, psicóloga y terapista ocupacional que desde hace años trabaja con personas con autismo, sostuvo que «hay un aumento considerable de diagnósticos», con aspectos sensoriales característicos.
Las personas con TEA presentan determinadas cualidades en el modo que interpretan la información sensorial, lo que puede implicar dificultades que limitan la interacción social y generan cuadros con un alto nivel de ansiedad.
«Trabajo con personas con autismo desde 2006, en ese entonces la mayoría eran niños varones, no veías niñas en la clínica con TEA. Estas niñas ocultas son las mujeres de hoy, y estos diagnósticos tardíos en la población femenina se deben a múltiples factores, uno de ellos es la visibilización, que les abre la pregunta» señaló.
La tendencia a la invisibilización del autismo en la mujer, y sobre todo en adultas, se debe a cuestiones sociales de género.
«De la mujer se ha esperado históricamente una posición, un modo de ser, un accionar, una gestión emocional. Mientras cumplieran con la función que el sistema les adjudicó, no había ‘falla’ si no hay falla no hay diagnostico», dijo Miranda.
Romina Zejdlik (43), que fue diagnosticada con autismo en su adultez en 2020, aseguró que la palabra que resuena entre las mujeres que arriban al diagnóstico de adultos es «alivio».
«Casi nadie imagina que una mujer que habla y se desenvuelve aparentemente bien socialmente puede ser autista», comentó Romina, quien sufrió «de mucha ansiedad» a lo largo de su vida al desconocer el origen de muchos de sus rasgos.
Sobre el diagnóstico en las mujeres adultas, agregó que «se creía que había 1 mujer cada 4 varones con TEA. Hoy no se sabe a ciencia cierta si la proporción es 3/4, 2/4 o 1/1. Justamente, por ese estigma que imperó durante años de asociar el autismo solo a varones», afirmó.
Algo similar señaló Andrea Cukier (38), que recibió su diagnóstico de TEA en 2021 luego de buscarlo «intensamente por años», lo que la llevó a pedir un turno con especialistas en autismo ya que «cada vez que lo mencionaba en mi terapia, siempre me desestimaron la inquietud».
«Confirmar mi sospecha fue liberador porque estuve durante varios años recolectando todas las ‘rarezas’ que sentía que me distanciaban del resto. Le preguntaba a gente cercana si tenía vivencias similares y a nadie le pasaba lo mismo», relató.
Cukier indicó que «es muy difícil» el acceso al diagnóstico en la adultez debido a «trabas profesionales de salud mental que no tienen la actualización necesaria», sumado a la discriminación por parte de la sociedad civil y el «clasismo», ya que es «demasiado costoso».
En cuanto a las intervenciones disponibles para este espectro, Miranda remarcó la brecha que existe en el abordaje entre pediatría y adultos, para quienes no hay muchas opciones terapéuticas.
Sin embargo, destacó que desde la integración sensorial son fructíferas las intervenciones que pongan al cuerpo en juego, como por ejemplo la natación.
«De esta forma, lo que intentas hacer es que ese cuerpo vuelva ser protagonista. Poder usar inteligentemente a nuestro cuerpo tendrá un impacto en la capacidad atencional, en la gestión de las emociones, en la construcción de nuestra autoestima y en consecuencia en la muchos aspectos de nuestra personalidad», explicó.
Por último, destacó que no hay un único patrón de trabajo para todas las personas, sino que se debe confeccionar «un traje a medida» desde la particularidad de cada individuo.