21 noviembre, 2024
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El duelo colectivo en Chile: pasado, presente y futuro

A 47 años del golpe de 1973 y a casi un año de la revuelta que literalmente despertó al país, Chile ha vuelto a sufrir la represión de Estado con militares en las calles armados de fusiles de guerra, toque de queda y un estado de sitio. La pandemia ha dejado la revuelta en suspenso pero la muerte ha vuelto al centro de la arena social.


Por Laura Panizo y Adriana Goñi Godoy 

En dictadura, después de las detenciones clandestinas y torturas, más de 1200 desaparecidos fueron asesinados. Muchos fueron enterrados clandestinamente en fosas comunes o tumbas NN, otros fueron quemados, explosionados o lanzados al mar. Pasaron los años y los familiares siguen transitando las pérdidas traumáticas en la búsqueda de la verdad, la justicia y la dignidad. A través de manifestaciones públicas han dado cuenta de un duelo colectivo y prolongado.

Con las revueltas de octubre de 2019, el trauma colectivo de la desaparición y la violencia volvió a activarse en la sociedad. Los estudiantes evadieron los molinetes del metro en reclamo contra el alza de la tarifa. Le siguieron manifestaciones en denuncia de la injusticia social, a las cuales se sumaron varios sectores de la sociedad. Las manifestaciones de los días viernes en memoria por los detenidos desaparecidos, se vieron ahora engrosadas por un sector mucho más amplio de la sociedad. Nuevamente los jóvenes secundarios, universitarios, pobladores, mapuche, las mujeres y los sobrevivientes de la dictadura, los familiares y descendientes de los ejecutados, desaparecidos, presos políticos y exiliados, revivieron las antiguas luchas en las calles, plazas, aulas y en el nuevo terreno de combate: las redes sociales. Las víctimas directas de la dictadura unieron sus causas a las causas que hoy defienden sus hijos y sus nietos.

Frente a las movilizaciones de octubre, el Estado declaró la guerra a un enemigo poderoso e implacable y desplegó sus fuerzas armadas y de orden contra las multitudes desarmadas. La impunidad, la tortura, la prisión política, la violencia sexual, más de 460 casos con trauma ocular y 34 personas reportadas oficialmente como fallecidas, ha sido el resultado de esta embestida. El Estado fue denunciado por organismos internacionales de Derechos Humanos al tiempo que la movilización, activa y multitudinaria hasta el inicio de la pandemia, logró un hito fundamental: la posibilidad del cambio de la Constitución impuesta por Pinochet en el año 1980. Se convocó entonces para octubre 2020 un plebiscito que ha radicalizado las posiciones políticas e ideológicas de todos los sectores.

Pero las voces y los cuerpos no tuvieron otra opción que replegarse por la pandemia. Las medidas preventivas del gobierno y la política del miedo a la contaminación impactaron sobre el sector movilizado y volvió la amenaza del duelo tramitado en soledad.

Ante la falta de contención social para afrontar la muerte por COVID, transitar el duelo en las redes sociales ha sido para muchos una posibilidad confortable. El espacio virtual es un nuevo espacio habitado por una diversidad de personas, comunidades, organizaciones e instituciones. Las nuevas tecnologías digitales, por medio de comentarios, imágenes, videos y canciones compartidos, devuelven al fallecido a la comunidad. Entonces, estos muertos se acoplan a los mutilados y los muertos del estallido social de 2019 y a los muertos siempre presentes víctimas de la dictadura.

En el tratamiento de los muertos hay una diferencia sustantiva. El Servicio Médico Legal, que es el mismo que se encarga de las identificaciones y restituciones de los cuerpos de detenidos-desaparecidos de la dictadura, hoy puede conservar los cuerpos identificados hasta que los familiares puedan realizar las ceremonias con el acompañamiento social presencial.

Ante situaciones dramáticas, las sociedades siempre han encontrado alternativas para socializar el dolor y la pérdida. En Chile hoy nuevas formas de lucha, creativas y eficientes, se están desarrollando de la mano de jóvenes defensores de derechos humanos sociales y ambientales. Sus rostros ya no están cubiertos con capuchas protectoras ante la represión sino con mascarillas y barbijos multicolores con los símbolos de la revuelta impresos en la tela. La solidaridad y el fortalecimiento de lo colectivo se expresan en todos los espacios como manifestación de una nueva forma de vida.

La primera línea de la resistencia en la dictadura militar se reproduce en la memoria colectiva, en las restituciones, y re-entierros. La primera línea del estallido social no está hoy en día en las plazas pero sí presente, aunque mutilada, con prácticas cotidianas de solidaridad barrial. La primera línea del COVID también está en los hospitales y en las calles. Y todas ellas, que siguen resistiendo la violencia, interactúan en un mismo espacio social en donde pueden proyectar los duelos colectivos.

En contexto de COVID, como antes en condiciones de desastres catastróficos, guerras y terrorismo de Estado, el duelo supone la necesidad de enfrentar otras muchas pérdidas además de la ruptura en las relaciones sociales en la vida cotidiana. El duelo tiene un sentido amplio; implica la ruptura de un proyecto de vida, con una dimensión no sólo familiar, sino también social, económica y política. El “duelo colectivo” implica entonces una atmósfera emocional de sufrimiento que afecta a toda la comunidad.