La canasta básica supera a la inflación y empuja a miles de hogares a la pobreza

En noviembre, la Canasta Básica Total subió 3,6%, por encima del IPC (2,5%). Una familia tipo necesita $1.257.329 para no ser pobre. Los alimentos siguen liderando los aumentos, profundizando la brecha entre ingresos y costo de vida.


Los números fríos del INDEC esconden una realidad social cada vez más caliente. Mientras el gobierno celebra una inflación de noviembre del 2,5%, los índices que realmente miden la subsistencia vuelven a dispararse por encima de ese ritmo, ahondando la crisis en los hogares argentinos. La Canasta Básica Alimentaria (CBA) subió 4,1% y la Canasta Básica Total (CBT) 3,6% en el mismo mes, confirmando una tendencia que profundiza el deterioro social en plena recesión.

Esto significa que, para noviembre, una familia tipo de cuatro integrantes necesitó $1.257.329 para no ser considerada pobre y $566.364 para no caer en la indigencia. Comparado con octubre, los umbrales subieron $43.531 y $22.060, respectivamente, un incremento mensual que supera holgadamente la mayoría de los ajustes salariales y deja a miles de hogares “un escalón más cerca de la pobreza estructural”.

La paradoja de la estabilidad: precios que hunden el poder adquisitivo

La brecha entre la inflación “oficial” y el costo real de la vida se hace más evidente mes a mes. Mientras el IPC desacelera, los alimentos —el gasto más sensible e ineludible— continúan creciendo por encima del promedio general, con un acumulado anual del 26,1% para la CBA. Este fenómeno expone una “estabilidad” macroeconómica que no llega a la mesa de los argentinos.

La situación se agrava por una metodología cuestionada. El gobierno mantiene sin actualizar la estructura de gastos con la que se calculan estas canastas, que data de 2004/2005, pese a contar con una encuesta más reciente (2017/2018). Si se utilizaran patrones de consumo actualizados, como los que aplica la Ciudad de Buenos Aires (donde la inflación de noviembre fue 2,4% por fuertes subas en servicios), el panorama sería aún más crítico.

El costo social del ajuste: estabilidad para pocos, fragilidad para muchos

El contraste es brutal: por un lado, un discurso oficial que festeja la desaceleración del IPC; por otro, canastas básicas que se encarecen más rápido y un ajuste fiscal que recae sobre salarios, jubilaciones y el gasto social. La supuesta “sinceración” de la economía se traduce en una fragilidad social cada vez más evidente, donde la distancia entre los ingresos reales y el mínimo para vivir dignamente no deja de ensancharse. Los datos del INDEC, lejos de ser una simple estadística, son el termómetro de una emergencia que el relato de la estabilidad no logra ocultar.

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